(Nota: Todos los enlaces están en inglés.)
El carruaje azul claro que se muestra deslizándose por la vegetación de la orilla del río es el monorraíl más antiguo de nuestro planeta: el monorraíl de Wuppertal en Alemania, en servicio regular desde 1901. Más de 80.000 viajeros recorren diariamente sus 13,3 kilómetros de trayecto. El Schwebebahn sufrió un accidente grave en 1999, cuando descarriló un tren, y otro no especialmente grave en 1950, cuando un elefante de circo, presa del pánico, cayó del monorraíl al río Wupper.
(No, no me lo he inventado. Tuffi: el elefante se llamaba Tuffi. Un Einstein de Renania pensó que un elefante de más de 1.000 kilos no se opondría a un paseo en un estrecho espacio cerrado en lo alto de una vía fluvial. Tuffi opinaba lo contrario. Afortunadamente, la caída no le costó nada peor que un rasguño en el trasero, que es más de lo que se puede decir de los pocos reporteros que tuvieron la mala suerte de quedar atrapados entre el elefante que bramaba y cargaba y la ventana del monorraíl.)
¿A qué friki del transporte público no le apetece un viaje? El fin de semana pasado me di un capricho. Mis impresiones:
EJE DE TRÁNSITO Y ATRACCIÓN TURÍSTICA
Por un lado, el Schwebebahn (‘ferrocarril colgante’ en alemán) sigue siendo una arteria de tránsito que lleva a los trabajadores a sus puestos de trabajo, a los niños a la escuela y a los compradores locales a los mercados. Mi hotelero me contó que Wuppertal tuvo que duplicar el servicio público de autobuses durante un cierre de ocho meses del Schwebebahn en 2018-19.
Por otro lado, el monorraíl también es la principal atracción turística de Wuppertal. Charlé con un padre alemán que había viajado cien kilómetros con sus hijos de primaria sólo para montar en el Schwebebahn. Visité Wuppertal (y gasté euros discrecionales allí) porque quería montar en el monorraíl, punto.
Los administradores de un área tendrían que estar seriamente arruinados o con muerte cerebral para permitir que una joya así se eche a perder, y no lo han hecho. Los interiores de los vagones están impecables y todos los trenes que vi parecían tan elegantes como los que se muestran. El pasajero novato notará que los pisos del tren se balancean ligeramente bajo sus pies, pero probablemente pronto dará por sentado este balanceo. El servicio es frecuente y el paisaje es fantástico.
¿NEGATIVOS?
Puedo pensar en dos:
(♦) El visitante puede cansarse de subir múltiples tramos de escaleras para llegar a los andenes de la estación. Al fin y al cabo, se trata de una línea elevada que cruza doce metros por encima del río Wupper. El viajero que debe subir tan alto no puede saltar fácilmente ni hacer pogo.
(¿Pero no hay ascensores? Los hay, pero no los probé.)
(♦) El amable personal de la atractiva combinación de centro de información y tienda de regalos de Wuppertal habría estado encantado de venderme una bolsa de mano de monorraíl, una taza de café de monorraíl, un juego de café expreso de monorraíl, un modelo de estación de monorraíl o incluso un juego de bolsas de regalo de monorraíl.
¿Y un pase de tránsito de monorraíl de veinticuatro horas, para poder abordar legalmente el tren en el que tanto deseaba viajar?
Pues no. Para eso tuve que volver cansado a la estación de ferrocarril Deutsche Bahn y consultar a un dependiente de una tienda Relay.
Wuppertal, el centro de información ya maneja dinero. ¿Qué pecado cometería dejándoles vender también billetes de tren?
CACHIVACHES
(♦) Me alojé en el hotel Postboutique, y lo recomiendo sin reservas.
(♦) No recomiendo ni nombraré un restaurante de Wuppertal, que me vendió la peor pizza que he comido… nunca, en toda mi vida, y recuerda que soy un anciano.
(♦) Tanto si vas a Wuppertal como si no, no te pierdas la oportunidad de viajar en el tiempo para montar en el Schwebebahn en 1902.
Una edición, 20240912: Eliminé dos fotos.